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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Capítulo 3 - LAS ANTIGUAS POBLACIONES GRIEGAS


CAPÍTULO III

LAS ANTIGUAS POBLACIONES GRIEGAS EN LA PENÍNSULA BALCÁNICA Y EN EL ASIA MENOR

1. Migraciones de las tribus en el último tercio del II milenio a. C. 
Del siglo XIII al XII a. C., en la península balcánica y en el Asia Menor se produjeron grandes migraciones de tribus, en el curso de las cuales fueron sometidos a destrucción los reinos de Micenas y Creta, y destruida Troya, produciéndose grandes cambios económico-sociales y culturales en la cuenca del mar Egeo. 
El resultado de estas migraciones tribales se hizo sentir más allá de los límites del mundo creto-micénico. Aceleró la división del reino hitita, minó definitivamente el dominio de los faraones de la XX dinastía en Palestina y Fenicia y determinó, según la suposición de muchos científicos, la migración de los etruscos desde el Asia Menor a la península apenina, migración que tuvo tan importantes consecuencias para la antigua Italia. 
En la literatura histórica soviética, la significación de estos grandiosos procesos migratorios no era, hasta hace poco, estimada y a veces incluso se la ignoraba. 
Esto se debió a la influencia de las concepciones de N. I. Marr, quien rechazaba o minimizaba la significación histórica que tenían las migraciones. 
Debe dejarse constancia, sin embargo, de que N. I. Marr y sus continuadores no eran originales en estos problemas. Ya a finales del siglo XIX el historiador burgués alemán I. Beloch intentó negar las migraciones dorias y afirmó que las tribus griegas eran autóctonas de los sitios en que se las halla en el primer milenio anterior a nuestra era. 
El desplazamiento de las tribus en la cuenca del mar Egeo pasó a realizarse en gran escala en la segunda mitad del segundo milenio a. C. Por ello, se lo analiza como fenómeno regular, condicionado por el desarrollo económico desigual de las diferentes regiones. 
De impulso básico a esas migraciones sirvieron los movimientos de las tribus dorias que habitaron originariamente en la periferia septentrional del mundo aqueo y se dirigieron de allí hacia el sur desplazando a los aqueos y a los cretenses. La causa de estos movimientos migratorios fue el desarrollo de las fuerzas productivas, que provocó la primera gran división social del trabajo y, como resultado de ello, la división social, la aparición de la propiedad privada y la tendencia a la conquista de tierras, esclavos, ganado y otros bienes. 
De este modo, las migraciones masivas de las tribus dorias se operaron en medio de la descomposición interior del régimen de la comunidad gentilicia primitiva, cuando eran inevitables las guerras de conquista: «La guerra hecha en el pasado únicamente para vengar la usurpación o con el fin de extender un territorio que ha llegado a ser insuficiente, hácese ahora sin más propósito que el saqueo y se convierte en una industria permanente.» 

Mapa de las migraciones griegas. 

2. La antigua tradición sobre las migraciones de las tribus en el último tercio del II milenio a. C. 
De las migraciones dorias dan noticia los autores antiguos, que se valieron principalmente de mitos y leyendas acerca de los héroes y, en parte, de datos toponímicos. Es comprensible que debemos utilizar con precaución estas noticias y someterlas a una crítica cuidadosa. No obstante, la dirección general que siguió la migración y sus principales etapas no provocan dudas. En lo que respecta a la fecha de estas migraciones, los autores antiguos la hacen coincidir con el final de la guerra de Troya: «Hasta después de la guerra de Troya señala Tucídides, en la Hélade se operó el desplazamiento de los habitantes y de las nuevas poblaciones, de tal manera que ese país conoció el reposo y por ello no prosperaba.» 
La tradición antigua conservó un recuerdo nítido de las migraciones de los tesalios de Epiro a la región que recibió de ellos su nombre. Después de esto, los beocios por ellos desplazados invadieron a su vez la Cadmea, se apoderaron de ella y a su turno la denominaron Beocia. 
Todos estos acontecimientos, tan acordes con los cálculos de Tucídides, tuvieron lugar dentro de los sesenta años que siguieron a la caída de Ilion; esto es, si se toman en cuenta los datos de la tradición de la guerra de Troya (1194—1184 a. C.), ya a finales del siglo XII a. C. 
Es entonces cuando, de acuerdo con los datos de la tradición antigua, comienza el más grandioso movimiento migratorio de las tribus dorias. Tucídides sitúa la conquista del Peloponeso por los dorios ochenta años después de la caída de Ilión, es decir, en 1104. Sócrates y Eforo dan una fecha más tardía: 1069. En ambos casos, estos datos tradicionales se deben analizar solamente como jalones cronológicos aproximados. Existen, como ya hemos mencionado, sólidas bases para pensar que la migración doria tuvo lugar a finales del siglo XIII. Por lo visto, esto se vinculó con las migraciones anteriormente mencionadas de los tesalios y beocios. 
La tradición antigua explica estas migraciones masivas por las luchas de poderosos héroes, forjadores del derecho hereditario, como si anteriormente les hubiera pertenecido a ellos la tierra. En particular, la tradición acerca de las invasiones dorias en el Peloponeso estaba estrechamente entrelazada con las leyendas sobre la denominada «vuelta de los heráclidas», en las cuales se cuenta cómo Heracles (Hércules) luchó por la posesión del Peloponeso y cómo sus descendientes, los heráclidas, lo hicieron al frente de las tribus griegas y dorias que invadieron dicha región. 
El fondo social de estos relatos mitológicos es completamente claro. Los basileus de Argos, Esparta y Mesenia tendieron a elevar su autoridad y fundar su derecho en los territorios conquistados, haciendo referencia al derecho divino de sus antepasados. Y he aquí que fue creada una complicada y artificial genealogía que hace remontar la ascendencia real a Heracles, el héroe divinizado sobre cuyas hazañas se elaboraron tantos mitos. Es característica de la tradición antigua trazar una severa distinción entre los dorios y los heráclidas. Heracles se presenta como un héroe aqueo cuya estirpe se emparenta con Perseo; se alía con Egimios, hijo de Doros, fundador de las tribus dorias, y recibe de él la tercera parte del reino. El hijo de Heracles, Hilos, desterrado del Peloponeso, se aleja hacia el norte, hacia los dorios, y comparte del poder con los hijos de Egimios: Pánfilo y Dímano. Los descendientes de Hilos reciben el nombre de híleos, y las otras dos tribus dorias, dímanos y panfilios, son denominadas así en honor de sus ascendientes, los hijos de Egimios. 
Por medio de estas genealogías artificiales, los jefes dorios trataron de probar, costara lo que costase, su origen aqueo. Incluso muchos siglos después, cuando las migraciones dorias eran ya cosa de un lejano pasado, el rey de Esparta, Cleómenes I, declara con orgullo a una sacerdotisa de Atenas: «no soy dorio, sino aqueo». Por supuesto, es muy posible que los dorios admitieran en su seno algunas gens aqueas. Incluso el nombre de las tribus de los pánfilos es interpretado por ciertos investigadores como «gentes de todas las tribus», pero es sugestivo que precisamente los basileus tendieran a remontar su origen no hacia los conquistadores, sino hacia las tribus vencidas. En esto puede ser que se hiciera sentir el recuerdo de la más elevada cultura aquea del tiempo micénico. 
El mito de los heráclidas que pretendían la herencia de sus ascendientes Heracles y Perseo parecía muy convincente a la mayoría de los autores griegos como explicación de la invasión del Peloponeso por los dorios. Solamente Tucídides tendió a descubrir las causas más profundas y reales de este acontecimiento. Antes de la guerra de Troya y también largo tiempo después de su destrucción, escribe, en la Hélade no hubo sedentariedad. «Por lo visto, el país que hoy se denomina Hélade está poblado desde no hace mucho tiempo. Antiguamente tuvieron lugar en él migraciones y cada pueblo dejaba fácilmente su tierra, siendo desplazado por otros pueblos, cada vez en mayor número». Tucídides explica claramente estos choques entre las tribus, por causas puramente económicas: «la tendencia al lucro condujo a que los débiles llegaran a ser esclavos de los más fuertes, así como las ciudades más poderosas, apoyándose en su riqueza, subyugaban a las más pequeñas». Sin embargo, Tucídides hace notar otras veces cómo regiones más desarrolladas en el sentido económico fueron sometidas a los ataques de sus vecinos más retrasados. 
«Si gracias a la feracidad del suelo escribe el poder de algunas tribus estaba creciendo, entonces se engendraron desacuerdos internos que las llevaron a la perdición y, al mismo tiempo, provocaban atentados por parte de las tribus exteriores.» De esta manera, Tucídides subraya la desigualdad del desarrollo económico—social de las diferentes partes de Grecia y llama la atención acerca de cómo la lucha social (que él denomina discordias internas) facilitaba en las entrañas de la sociedad más desarrollada la invasión de las tribus más atrasadas.   

3. La cuestión de las primeras poblaciones dorias
La cuestión de la patria original de las primeras tribus dorias es muy complicada y confusa. Los autores antiguos dan nombres diferentes de comarcas montañosas de la parte septentrional de Grecia como lugar de su más antigua residencia. Al mismo tiempo, se señala la ausencia en los dorios de una sedentariedad estable. 
Así, de acuerdo con Herodoto, ellos ocuparon en tiempos inmemoriales, «en la época del rey Deucalión», mítico contemporáneo del diluvio universal, la Ftiótida, en el sur de Tesalia; después se trasladaron hacia el norte, a la Hestiótida, al pie del Osa y del Olimpo, de donde fueron desplazados por los cadmeos, y se asentaron en el Pindo. 
Estas noticias son en parte confirmadas por otros autores. Píndalo, que utilizara fuentes anteriores (por ejemplo, los poemas de Hesíodo), también busca la patria de los dorios en la región de la cordillera del Pindo. Diodoro de Sicilia, mucho más detalladamente que Herodoto, dilucida la permanencia de los dorios en la Ftiótida recurriendo a toda clase de tradiciones. 
Sin embargo, todos esos sitios no fueron los emplazamientos primitivos de las tribus que nos interesan y es sintomático que la geografía homérica, en particular la interesante descripción de los participantes en la guerra de Troya, en la segunda canción de la Ilíada, ignora por completo todo el ciclo legendario en que se apoyan los autores precitados, aunque el mismo nombre de dorios era ya conocido para los creadores de la época homérica. Por extraño que parezca, las antiguas menciones sobre los dorios se vinculan con la isla de Creta. 

En la Odisea leemos: «En medio del inquieto mar existe una tierra hermosa y fértil, Creta, rodeada por todas partes de agua, isla abundante en hombres y ciudades, de las que cuenta hasta noventa. En ellas se hablan y escuchan diversidad de lenguas, pues moran allí los aqueos; los magnánimos cretenses, sus naturales; los cidonios, los dorios de cabellos crespos, divididos en tres tribus, y los divinos pelasgos. Entre las ciudades se halla Cnosos...» 
De este modo, según la Odisea, resulta que ya en la remota antigüedad, cuando en los principales centros de la isla, como Cnosos, estaban todavía establecidos los antecesores de los griegos, los pelasgos, penetraron los dorios, desplazando más tarde a los antiguos habitantes o asimilándose a ellos.
Algunos investigadores suponen que los primeros pobladores dorios ocuparon la parte oriental de Creta. Tal se desprende de los datos arqueológicos (hallazgos de espadas del tipo septentrional en esta parte de la isla) y de la nomenclatura geográfica. Las ciudades de Hierapitna y Día en la región señalada corresponden con Di y Pinda, en el sur de la Macedonia meridional. 
En la vecindad de la Ftiótida debe buscarse el lugar de origen de los dorios. 
Partidarios de esa hipótesis (Veid, Dyer y otros) señalan que ello se explica muy bien por la ausencia de menciones de los dorios en el segundo canto de la Ilíada. La presencia de tribus que vivían al norte del Olimpo y en el oeste de Tracia no era tomada en cuenta, ya que las mismas no se habían aliado ni con los aqueos ni con los troyanos.   

4. Dirección y etapas básicas de las migraciones dorias 
La vanguardia de los emigrantes dorios se desplazó hacia el sur, al parecer por vía marítima. El mar Egeo, sembrado de islas, no presentaba mayores obstáculos para sus migraciones, ni aun tomando en cuenta el primitivismo de las embarcaciones de aquel entonces. Quizá no sea casual que las primeras noticias sobre los dorios en los poemas homéricos aparezcan ligadas precisamente con las islas de Creta y de Rodas.  
En el segundo canto de la Ilíada, si bien los dorios no son mencionados directamente, hay un interesante relato acerca de su jefe Tlepólemo, hijo de Heracles, que mató a su tío y, temiendo la venganza de los parientes, abandonó la patria con un gran ejército para peregrinar por los mares: «Por fin pudo llegar a Rodas el peregrino que tantas penalidades ha sufrido, y allí se estableció con los suyos, formando tres tribus, y se hicieron querer por Zeus, que reina sobre los dioses y los hombres». 
La característica división doria en tres tribus que existían en Rodas y la pertenencia del jefe al clan de los heráclidas confirman este testimonio épico, tanto más cuanto que en tiempos posteriores la población de esta isla fue doria. 
De este modo se pueden trazar, claro está que como suposición, las primeras etapas de la migración doria: desde el sur de Macedonia, una de las corrientes se trasladó por mar a las islas de Creta y Rodas y la otra por vía terrestre a Tesalia y Epiro. Habiendo atravesado el desfiladero de las Termópilas, ocuparon la Driópida, cuyo nombre cambiaron por el de Dórida. 
Beloch, sometiendo a dura crítica la tradición antigua, afirma que existe una consonancia casual que hace mucho tiempo condujo a la creación de la leyenda sobre el origen septentrional de los dorios del Peloponeso. Señala particularmente la insignificancia de territorio y la pobreza de la Dórida, considerando que allí no podía haber alojamiento y sostén para tribus numerosas. Sin embargo, contra semejante argumentación del investigador alemán fueron formuladas objeciones de mucho peso por el historiador soviético Schmidt. En primer lugar llamó la atención acerca del hecho de que las fronteras de la Dórida no siempre fueron tales como en la época clásica. En la antigüedad esta región podía haber sido mucho más amplia. Por otra parte, la cantidad de los dorios en el siglo XII no es posible imaginarla como particularmente numerosa. La Dórida continuó siendo dórica en los tiempos posteriores, y los espartanos, considerándola su metrópoli, tomaron por deber prestarle ayuda militar en caso de guerra con sus vecinos. 
Cabe pensar que es dudoso que la permanencia de las tribus dorias en la Dórida haya sido prolongada. Dicha región era para la mayoría de los inmigrantes tan sólo un sitio de tránsito en la ruta hacia el Peloponeso y únicamente una minoría se establecía allí sólidamente. 
Al parecer, de la Dórida los dorios se dirigieron al Peloponeso. De acuerdo con la tradición arcadia, trataron primero de abrirse camino en la península por tierra, a través del istmo, pero la tentativa fracasó. Muchos siglos después, en la época de la guerra greco-persa, los tegeotas narraban con orgullo la hazaña de su jefe, Equemo, que mató en duelo a Hilos, héroe epónimo de una de las tribus dorias. Según la leyenda, después del primer fracaso, los conquistadores eligieron la vía marítima, medio por el cual obtuvieron esta vez pleno éxito. Con ayuda de los locrios, que traicionaron a los aqueos, navegaron a través del golfo de Corinto, desde Naupacta hasta el promontorio del Riy y penetraron en el interior de la península. Pasaron sin detenerse por Acaya y Arcadia, y ocuparon las regiones más densamente pobladas del Peloponeso: Argólida, Laconia, Mesenia y el istmo. 
La conquista siguió gradualmente. La invasión terrestre fue reforzada por embarcaciones que navegaban por el Egeo. La invasión en el istmo de Corinto comenzó con el desembarco en Soligeios, en la orilla del golfo Sarónico. En la conquista de Argos, el punto de apoyo de los dorios fue el punto costero denominado Temenión. Megara fue conquistada en una época considerablemente posterior en relación con Corinto, y la colonizaron inmigrantes dorios (dorización). La Argólida fue asimilada por los dorios también gradualmente. La población local conservó los derechos civiles y formó tribus complementarias que se unieron a las tres tribus dorias. Por vía pacífica fueron asimiladas Flionte, Trecene y Sición; los habitantes de esas ciudades compartieron sus tierras con los forasteros y ulteriormente se fundieron con ellos. En otros casos, los aqueos emigraron de su patria, como, por ejemplo, sucedió en Epidauro. Sea como fuere, después de la conquista de Argos, los dorios no encontraron significativa resistencia en la parte nororiental del Peloponeso. Mucho más lentamente, y con muchos obstáculos, se produjo la asimilación de la Laconia. 
En la parte occidental del Peloponeso, los dorios poblaron la Mesenia, en un proceso acerca de cuyos acontecimientos tenemos pocas noticias, ya que la tradición mesenia está muy desfigurada por las posteriores, que se refieren al tiempo de la guerra con Esparta y al período que siguió al establecimiento de la independencia de Mesenia (370 a. C.). En dicha tradición se menciona la formación en territorio mesenio de una ciudad doria, Esteníclaros, que jugó el mismo papel que Esparta en la Laconia. Es posible que la consolidación de los dorios en Mesenia se produjera sólo después de su conquista por los espartanos (XI a. C.).

Más allá de las fronteras del Peloponeso, los dorios poblaron una serie de islas (Creta, Egina, Tera, Rodas y otras) y al suroeste las costas del Asia Menor (ciudades de Cnido, Halicarnaso y otras). En Creta y Rodas se instalaron desde muy temprano, pero su predominio en esas islas se consolidó solamente después de la colonización del Peloponeso. 
Las migraciones dorias determinaron, y en lo fundamental y por un largo tiempo, la ubicación de las tribus griegas. Los aqueos se conservaron como grupo étnico aislado tan sólo en la Arcadia, región montañosa que no tiene salida al mar y por lo mismo el más aislado en la Grecia meridional. Allí se continuó utilizando el dialecto aqueo. La masa fundamental de la población local del Peloponeso fue asimilada completamente por los dorios. Una parte de los aqueos emigra hacia el Ática, las islas de Creta y Chipre, pero solamente en esta última conservaron su dialecto. 
Durante la invasión doria se separó definitivamente de las tribus el grupo jonio, que más tarde desempeñaría papel tan importante en la historia de Grecia. Su más antigua residencia es fijada por la tradición en el Ática y en la Acaya. De esta última fueron desplazados por los aqueos, los cuales, a su vez, lo fueron por los dorios. La afluencia de las tribus del Peloponeso aceleró la posesión, por los jonios, de la parte sur del Ática, donde al principio habían existido en gran número los pelasgos. Más adelante, los jonios poblaron casi todas las islas del mar Egeo y parte de las costas del Asia Menor. 
El cuarto gran grupo de las tribus griegas, los eolios, todavía antes de la emigración de los dorios ocuparon Tesalia y Beocia, y más tarde colonizaron Lesbos y la Eólida. La agrupación de las tribus en el territorio noroeste no cambió esencialmente. Sólo de los lugares cercanos al mar, donde se fundaron las colonias dorias (corintias), fueron desplazados los habitantes locales.   

5. Los griegos y los pueblos del Asia Menor 
Aún antes de la migración masiva descrita, las tribus aqueas consiguieron radicarse en el Asia Menor, donde al parecer ya entonces fundaron Mileto, que más tarde se convirtió en jónica. En el siglo XIV a. C. los aqueos son mencionados en sus documentos por los hititas como vecinos occidentales de su reino. En los comienzos del siglo XIII, el rey hitita Dudjali condujo una guerra victoriosa contra el aqueo Atarisias. 
Los mitos griegos, a su vez, también se refieren a las regiones pobladas por los griegos, a frecuentes migraciones desde Grecia al Asia Menor en una remota antigüedad. Así, el mítico héroe Belerofonce, que emigró de Corinto al Asia Menor, donde gobernó junto con el rey Iobates de Licia, permaneciendo allí hasta el fin de su vida, no obstante lo cual su nieto Glauco recuerda su origen aqueo. El héroe arcadio Télefo también emigró al Asia Menor y se estableció como rey de Misia. Su hijo Eurípilo es mencionado en la Odisea en calidad de rey ceteo, seguramente de los hititas. (Reiteramos que es probable que el nombre de Télefo, de acuerdo con la opinión de algunos investigadores, corresponda al nombre hitita Telefina.) 
Después de la desintegración de los hititas, las potencias griegas mantuvieron estrechos vínculos con Frigia y Lidia. Según parece, el acervo mitológico griego incluía temas de la epopeya de las tribus del Asia Menor. Existen elementos que permiten suponer que las tribus griegas, conjuntamente con las del Asia Menor, realizaron campañas en Palestina y Egipto. Es sabido, por ejemplo, que alrededor del 1250 a. C., en Egipto irrumpieron los aqueos y los etruscos (cuya patria era la Lidia, según la afirmación de Herodoto), así como los antepasados de los lidios y otros. 
Los ataques contra Egipto de los pueblos del Norte, marítimos, se repiten a comienzos del siglo XII a. C., en tiempos de Ramsés IV. Esta vez, junto a los aqueos encontramos a los pelasgos y carios. Así también estas tribus pangriegas de la cuenca del Egeo, bajo la presión de los dorios, se precipitaron sobre Egipto y Palestina. Una parte se asentó en la costa palestina, pero en el valle del Nilo no lograron éxito. Las inscripciones de Meneftah y Ramsés IV hablan de su completa derrota, de lo cual tenemos referencias indirectas por uno de los relatos de la Odisea, que habla de una desafortunada invasión de cretenses a Egipto y con toda franqueza describe el carácter rapaz de esa expedición: «De pronto se encendió en los cretenses el salvaje desenfreno y, enloquecidos, robaron los campos feraces de los habitantes pacíficos de Egipto; se abalanzaron a raptar a las mujeres y niños de corta edad, y a matar bestialmente a los varones. La alarma llegó hasta los habitantes de la ciudad. Por la mañana temprano, un fuerte ejército...», a cuyo frente estaba el faraón, derrotó a los cretenses. 
De esta forma, los documentos orientales están completamente de acuerdo con la tradición griega acerca de las migraciones masivas en la mitad oriental del Mediterráneo durante los siglos XIII y XII a. C. La guerra de Troya y la migración doria, la colonización del Asia Menor y la derrota de los «pueblos marítimos» en Egipto y Palestina fueron etapas separadas de estas migraciones masivas. La historia de Grecia en el período analizado no puede ser desprendida de la del Asia Menor. 
A la mitología griega se transmitieron muchos temas hititas, lidios y frigios. En el arte griego se advierten no pocos elementos orientales. En particular, la representación de la Esfinge en forma de león alado con rostro de mujer, que se remonta a un prototipo diferente del egipcio. El famoso gorro frigio era un típico tocado hitita. De esta manera, la influencia de la cultura oriental (del Asia Menor, Fenicia y Egipto) dejó ciertas huellas en el desarrollo posterior de la cultura griega.  
El momento culminante de las migraciones que describimos más arriba lo constituyeron las migraciones a Italia de los etruscos, los cuales, como fehacientemente lo prueba el investigador búlgaro B. Georgiev, descendían de los troyanos.


Próximo Capítulo: La Grecia de Homero

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